sábado, 27 de marzo de 2010

un modelo de carta

No es ironia, siguiendo con los modelos literarios esta es una carta maravillosa
Carta a Rodolfo Walsh


Pese a que nací el mismo año que Rodolfo Walsh, siempre lo consideré un maestro. Pese a su asesinato por los sicarios de Massera, Rodolfo sigue hoy más vivo que nunca a través de sus escritos y su ejemplo. Por eso, en el aniversario de su muerte le escribí una carta sabiendo de antemano que me va a responder desde sus libros, cada vez que yo los vuelva a releer. Esta fue mi carta:

"Querido Rodolfo:

Tu carta a la Junta Militar lo previó todo, denunció todo, dijo todo. La escribiste aquí, en tierra y de frente. Basta comparar tus límpidas, escuetas verdades, con el último decreto de los militares que decretó la autoamnistía de los generales en huida, el firmado por aquel Bignone, el único oficial de la historia que entregó a sus propios soldados para que los asesinaran. Vos, con la palabra allí, de frente, sin moverte. Los generales con sus picanas, sus pentonavales, sus capuchas, que ya pensaban en la fuga. Desde el momento en que cerraste el sobre con tu misiva ya comenzaba la derrota del plomo. Tu palabra y tu ética, Rodolfo. Por eso tu nombre ya está en una esquina porteña. Tan pronto, contigo, la Historia hizo su selección. Vos el 'terrorista', listo a la discusión otra vez. Los occidentales y cristianos Videla, Massera y toda su cohorte de amanuenses ya en el techo de la basura de la historia, por los siglos de los siglos. Vos, sin títulos, sin premios. Es que marcaste a fuego, sin proponértelo, al resto de los intelectuales argentinos. Los hubo quienes se sentaron a la diestra del dictador a la mesa servida del triunfo de la picana y hubo otros que no oyeron ni vieron ni hablaron cuando los balazos te fueron llevando la vida. Habrás sonreído cuando leíste la nómina de intelectuales que ahora adhieren a tu recuerdo. Los que te negaron al tercer canto del gallo hoy se apresuran a aplaudirte. ¿Y que dirán aquellos científicos de las letras, faraones y mandarines de cátedras e institutos que te calificaron esteta de la muerte? Hoy se apresuran a poner tus libros en las vitrinas oficiales. Pero nunca le diste importancia a esas cosas. Con tu máquina de escribir te metiste en los intestinos del pueblo, en el dolor y la humillación de la pobrería, de los azuzados. Mientras otros se dedicaban a cuchilleros o hacían romanticismo con antiguos generales fusiladores, vos -decepcionando a los críticos literarios consagrados- te metías en la actualidad: ¡oh pecado!, y todas sus mafias. Algo imperdonable para el olimpo y los repartidores de prebendas. Pero ni reparabas en esto. Trascendías a todas las sectas de café y de cátedra. Estabas en la calle con los perros y los piojos, los jóvenes y los ilusos, eras el Agustín Tosco de las redacciones. Agustín Tosco ¿te acuerdas de ese muchachón en overol que hablaba de cosas como justicia e igualdad, dignidad y deber? Palabras que no figuran más: hoy todos nos empujamos por aparecer en tapa. Te tomaste en serio la palabra. Exageraste en eso de la verdad. Además siempre creíste que había llegado el momento de descifrar ya los jeroglíficos y las claves. Dedicabas tu tiempo a eso mientras los otros trepaban, trepaban. En una sociedad maestra del trepar soñabas con implantar normas que permitieran un país donde todos tuvieran una canilla con agua y maceta con malvones. ¿Por qué tu insistencia si ya se había demostrado que todos esos intentos terminaban como le fue a Rosa Luxemburgo, con un balazo en la nuca y con el rostro en un charco de lodo? Cometiste otro gran error que tampoco los mandarines de las letras podían perdonarte: hiciste la mejor literatura con un estilo directo, claro, preciso, como el de un maestro primario rural. Te entendían y te entienden todos. Rompiste el mito sagrado que un intelectual debe ser un travesti de las palabras y no un sembrador de quimeras y rebeldías. Tu más grande pecado fue hacer arte literario puro con sólo los siete colores primarios.

Te arrojaron vivo al mar, te enterraron como NN, te quemaron en una pira. Y aquí estás, en medio de Buenos Aires. Tan rápido la historia puso las cosas en su lugar. Pero éste es el primer paso. Porque ahora queremos saber el nombre y apellido de tus asesinos. En sí, ya los sabemos pero exigimos que lo digan los jueces y el gobierno. Porque no vayamos a creer que todo se arregla con una plazoleta. Porque seria cínico si no pusiéramos aquí también, en una placa, el nombre de tus asesinos. No aceptaríamos que los jueces nos digan que ya no es posible por las leyes de punto final y obediencia debida. Porque en ese caso tendríamos que poner el nombre de los que te asesinaron por segunda vez: los legisladores que votaron esas leyes, el espurio salvoconducto del crimen. Pero no nos mintamos. Si hoy estuvieras vivo te calificarían con los remoquetes que acostumbra el 'peronista' que está en la Casa Rosada: 'ultraizquierdista' o 'infiltrado al servicio de los intereses extranjeros'. Pero vos seguirías imperturbable. ¡Las cosas que tendrías que decir! Vos que estuviste en aquella CGT de los Argentinos tendrías tanto que hablar del señor Cassia y de la flexibilización, y de la venta de armas para matar a otros latinoamericanos, y de los bastones largos contra los pañuelos blancos de las Madres, y de los ministros de la dictadura que te asesinó y que hoy son ministros de la democracia... y de los pibes en las calles que jamás tendrán un canilla con agua y una maceta con malvones. Por algo quisieron silenciarte. Pero no lo lograron. Tus libros están de nuevo en bibliotecas y colegios. Con ellos se formarán nuevos curiosos de la verdad. Porque la ética es como una cadena sin fin que viene desde el comienzo de la Historia. Y gracias a esa ética y gracias a los Rodolfo Walsh que se fueron dando la mano, hoy todavía hay vida en este mundo. Gracias Rodolfo. Qué alegría nos ha dado el verte de nuevo entre nosotros, para siempre".

Página/12, 1 de abril de 1995.

Osvaldo Bayer

viernes, 26 de marzo de 2010

Laura / lopz.

cuando laura se fue
yo me di cuenta de mi cobardia
ella fue mi gran amor,
nunca fui capaz de decirselo
la quise en silencio dese la verguenza
igual yo se
ella lo sabia
tambien sabia que no me daba el pine para la historia
ahora que se fue me animo a pensarlo,asi simple.
ya no hay historia posible
asi siempre va a ser mi querida.
que hubiera sido si en vez de timidamente
comportarme como una nena a su lado
compartiendo sensuales momentos de libido ingenua
me hubiese animado
decircelo asi con todas las letras
sabes que gorda de mierda
yo te quiero.
te quiero bien te quiero grande,
divertida alegre descontraida
te quiero te quiero fea
te quiero sucia
te quiero agria y enojada
sabes que te quiero
de todas maneras.
quiero saber donde estas
hacer un ultimo rito
una visita
un saludo de rigor a mi querida.
al final
a los amores ocultos
es la unica salida.

El cuento/ taller del 20/03/2010

En este taller Zito hablo de los géneros, de la necesidad de diferenciar y tomar partido al escribir. De las caracteristicas del cuento. Aporto un buen ejemplo
RODOLFO WALSH


Esa mujer

El coronel elogia mi puntualidad:
­Es puntual como los alemanes ­dice.
­O como los ingleses.
El coronel tiene apellido alemán.
Es un hombre corpulento, canoso, de cara ancha, tostada.
­He leído sus cosas ­propone­. Lo felicito.
Mientras sirve dos grandes vasos de whisky, me va informando, casualmente, que tiene veinte años de servicios de informaciones, que ha estudiado filosofía y letras, que es un curioso del arte. No subraya nada, simplemente deja establecido el terreno en que podemos operar, una zona vagamente común.
Desde el gran ventanal del décimo piso se ve la ciudad en el atardecer, las luces pálidas del río. Desde aquí es fácil amar, siquiera momentáneamente, a Buenos Aires. Pero no es ninguna forma concebible de amor lo que nos ha reunido.
El coronel busca unos nombres, unos papeles que acaso yo tenga.
Yo busco una muerta, un lugar en el mapa. Aún no es una búsqueda, es apenas una fantasía: la clase de fantasía perversa que algunos sospechan que podría ocurrírseme.
Algún día (pienso en momentos de ira) iré a buscarla. Ella no significa nada para mí, y sin embargo iré tras el misterio de su muerte, detrás de sus restos que se pudren lentamente en algún remoto cementerio. Si la encuentro, frescas altas olas de cólera, miedo y frustrado amor se alzarán, poderosas vengativas olas, y por un momento ya no me sentiré solo, ya no me sentiré como una arrastrada, amarga, olvidada sombra.
El coronel sabe dónde está.
Se mueve con facilidad en el piso de muebles ampulosos, ornado de marfiles y de bronces, de platos de Meissen y Cantón. Sonrío ante el Jongkind falso, el Fígari dudoso. Pienso en la cara que pondría si le dijera quién fabrica los Jongkind, pero en cambio elogio su whisky.
El bebe con vigor, con salud, con entusiasmo, con alegría, con superioridad, con desprecio. Su cara cambia y cambia, mientras sus manos gordas hacen girar el vaso lentamente.
­Esos papeles ­dice.
Lo miro.
­Esa mujer, coronel.
Sonríe.
­Todo se encadena ­filosofa.
A un potiche de porcelana de Viena le falta una esquirla en la base. Una lámpara de cristal está rajada. El coronel, con los ojos brumosos y sonriendo, habla de la bomba.
­La pusieron en el palier. Creen que yo tengo la culpa. Si supieran lo que he hecho por ellos, esos roñosos.
­¿Mucho daño? ­pregunto. Me importa un carajo.
­Bastante. Mi hija. La he puesto en manos de un psiquiatra. Tiene doce años ­dice.
El coronel bebe, con ira, con tristeza, con miedo, con remordimiento.
Entra su mujer, con dos pocillos de café.
Contale vos, Negra.
Ella se va sin contestar; una mujer alta, orgullosa, con un rictus de neurosis. Su desdén queda flotando como una nubecita.
­La pobre quedó muy afectada ­explica el coronel­. Pero a usted no le importa esto.
­¡Cómo no me va a importar!... Oí decir que al capitán N y al mayor X también les ocurrió alguna desgracia después de aquello.
El coronel se ríe.
­La fantasía popular -dice-. Vea cómo trabaja. Pero en el fondo no inventan nada. No hacen más que repetir.
Enciende un Marlboro, deja el paquete a mi alcance sobre la mesa.
-Cuénteme cualquier chiste -dice.
Pienso. No se me ocurre.
­Cuénteme cualquier chiste político, el que quiera, y yo le demostraré que estaba inventado hace veinte años, cincuenta años, un siglo. Que se usó tras la derrota de Sedán, o a propósito de Hindenburg, de Dollfuss, de Badoglio.
-¿Y esto?
­La tumba de Tutankamón -dice el coronel-. Lord Carnavon. Basura.
El coronel se seca la transpiración con la mano gorda y velluda.
-Pero el mayor X tuvo un accidente, mató a su mujer.
­¿Qué más? ­dice, haciendo tintinear el hielo en el vaso.
-Le pegó un tiro una madrugada.
­La confundió con un ladrón ­sonríe el coronel . Esas cosas ocurren.
­Pero el capitán N. . .
­Tuvo un choque de automóvil, que lo tiene cualquiera, y más él, que no ve un caballo ensillado cuando se pone en pedo.
­¿Y usted, coronel?
­Lo mío es distinto ­dice­. Me la tienen jurada.
Se para, da una vuelta alrededor de la mesa.
­Creen que yo tengo la culpa. Esos roñosos no saben lo que yo hice por ellos. Pero algún día se va a escribir la historia. A lo mejor la va a escribir usted.
­Me gustaría.
­Y yo voy a quedar limpio, yo voy a quedar bien. No es que me importe quedar bien con esos roñosos, pero sí ante la historia, ¿comprende?
­Ojalá dependa de mí, coronel.
­Anduvieron rondando. Una noche, uno se animó. Dejó la bomba en el palier y salió corriendo.
Mete la mano en una vitrina, saca una figurita de porcelana policromada, una pastora con un cesto de flores.
-Mire.
A la pastora le falta un bracito.
­Derby -dice. Doscientos años.
La pastora se pierde entre sus dedos repentinamente tiernos. El coronel tiene una mueca de fierro en la cara nocturna, dolorida.
­¿Por qué creen que usted tiene la culpa?
­Porque yo la saqué de donde estaba, eso es cierto, y la llevé donde está ahora, eso también es cierto. Pero ellos no saben lo que querían hacer, esos roñosos no saben nada, y no saben que fui yo quien lo impidió.
El coronel bebe, con ardor, con orgullo, con fiereza, con elocuencia, con método.
-Porque yo he estudiado historia. Puedo ver las cosas con perspectiva histórica. Yo he leído a Hegel.
­¿Qué querían hacer?
­Fondearla en el río, tirarla de un avión, quemarla y arrojar los restos por el inodoro, diluirla en ácido. ¡Cuanta basura tiene que oír uno! Este país está cubierto de basura, uno no sabe de dónde sale tanta basura, pero estamos todos hasta el cogote.
­Todos, coronel. Porque en el fondo estamos de acuerdo, ¿no? Ha llegado la hora de destruir. Habría que romper todo.
-Y orinarle encima.
­Pero sin remordimientos, coronel. Enarbolando alegremente la bomba y la picana. ¡Salud! -digo levantando el vaso.
No contesta. Estamos sentados junto al ventanal. Las luces del puerto brillan azul mercurio. De a ratos se oyen las bocinas de los automóviles, arrastrándose lejanas como las voces de un sueño. El coronel es apenas la mancha gris de su cara sobre la mancha blanca de su camisa.
­Esa mujer ­le oigo murmurar­. Estaba desnuda en el ataúd y parecía una virgen. La piel se le había vuelto transparente. Se veían las metástasis del cáncer, como esos dibujitos que uno hace en una ventanilla mojada.
El coronel bebe. Es duro.
­Desnuda ­dice­. Éramos cuatro o cinco y no queríamos mirarnos. Estaba ese capitán de navío, y el gallego que la embalsamó, y no me acuerdo quién más. Y cuando la sacamos del ataúd -el coronel se pasa la mano por la frente­, cuando la sacamos, ese gallego asqueroso...
Oscurece por grados, como en un teatro. La cara del coronel es casi invisible. Sólo el whisky brilla en su vaso, como un fuego que se apaga despacio. Por la puerta abierta del departamento llegan remotos ruidos. La puerta del ascensor se ha cerrado en la planta baja, se ha abierto más cerca. El enorme edificio cuchichea, respira, gorgotea con sus cañerías, sus incineradores, sus cocinas, sus chicos, sus televisores, sus sirvientas, Y ahora el coronel se ha parado, empuña una metralleta que no le vi sacar de ninguna parte, y en puntas de pie camina hacia el palier, enciende la luz de golpe, mira el ascético, geométrico, irónico vacío del palier, del ascensor, de la escalera, donde no hay absolutamente nadie y regresa despacio, arrastrando la metralleta.
­Me pareció oír. Esos roñosos no me van a agarrar descuidado, como la vez pasada.
Se sienta, más cerca del ventanal ahora. La metralleta ha desaparecido y el coronel divaga nuevamente sobre aquella gran escena de su vida.
­...se le tiró encima, ese gallego asqueroso. Estaba enamorado del cadáver, la tocaba, le manoseaba los pezones. Le di una trompada, mire -el coronel se mira los nudillos­, que lo tiré contra la pared. Está todo podrido, no respetan ni a la muerte. ¿Le molesta la oscuridad?
­No.
­Mejor. Desde aquí puedo ver la calle. Y pensar. Pienso siempre. En la oscuridad se piensa mejor.
Vuelve a servirse un whisky.
­Pero esa mujer estaba desnuda -dice, argumenta contra un invisible contradictor-. Tuve que taparle el monte de Venus, le puse una mortaja y el cinturón franciscano.
Bruscamente se ríe.
­Tuve que pagar la mortaja de mi bolsillo. Mil cuatrocientos pesos. Eso le demuestra, ¿eh? Eso le demuestra.
Repite varias veces "Eso le demuestra", como un juguete mecánico, sin decir qué es lo que eso me demuestra.
-Tuve que buscar ayuda para cambiarla de ataúd. Llamé a unos obreros que había por ahí. Figúrese como se quedaron. Para ellos era una diosa, qué sé yo las cosas que les meten en la cabeza, pobre gente.
­¿Pobre gente?
­Sí, pobre gente.­El coronel lucha contra una escurridiza cólera interior­. Yo también soy argentino.
­Yo también, coronel, yo también. Somos todos argentinos.
­Ah, bueno ­dice.
­¿La vieron así?
­Sí, ya le dije que esa mujer estaba desnuda. Una diosa, y desnuda, y muerta. Con toda la muerte al aire, ¿sabe? Con todo, con todo...
La voz del coronel se pierde en una perspectiva surrealista, esa frasecita cada vez más rémova encuadrada en sus líneas de fuga, y el descenso de la voz manteniendo una divina proporción o qué. Yo también me sirvo un whisky.
­Para mí no es nada -dice el coronel­. Yo estoy acostumbrado a ver mujeres desnudas. Muchas en mi vida. Y hombres muertos. Muchos en Polonia, el 39. Yo era agregado militar, dése cuenta.
Quiero darme cuenta, sumo mujeres desnudas más hombres muertos, pero el resultado no me da, no me da, no me da... Con un solo movimiento muscular me pongo sobrio, como un perro que se sacude el agua.
­A mí no me podía sorprender. Pero ellos...
­¿Se impresionaron?
­Uno se desmayó. Lo desperté a bofetadas. Le dije: "Maricón, ¿ésto es lo que hacés cuando tenés que enterrar a tu reina? Acordate de San Pedro, que se durmió cuando lo mataban a Cristo." Después me agradeció.
Miró la calle. "Coca" dice el letrero, plata sobre rojo. "Cola" dice el letrero, plata sobre rojo. La pupila inmensa crece, círculo rojo tras concéntrico círculo rojo, invadiendo la noche, la ciudad, el mundo. "Beba".
­Beba ­dice el coronel.
Bebo.
­¿Me escucha?
-Lo escucho.
Le cortamos un dedo.
­¿Era necesario?
El coronel es de plata, ahora. Se mira la punta del índice, la demarca con la uña del pulgar y la alza.
­Tantito así. Para identificarla.
-¿No sabían quién era?
Se ríe. La mano se vuelve roja. "Beba".
­Sabíamos, sí. Las cosas tienen que ser legales. Era un acto histórico, ¿comprende?
­Comprendo.
-La impresión digital no agarra si el dedo está muerto. Hay que hidratarlo. Más tarde se lo pegamos.
­¿Y?
­Era ella. Esa mujer era ella.
­¿Muy cambiada?
­No, no, usted no me entiende. lgualita. Parecía que iba a hablar, que iba a... Lo del dedo es para que todo fuera legal. El profesor R. controló todo, hasta le sacó radiografías.
­¿El profesor R.?
-Sí. Eso no lo podía hacer cualquiera. Hacía falta alguien con autoridad científica, moral.
En algún lugar de la casa suena, remota, entrecortada, una campanilla. No veo entrar a la mujer del coronel, pero de pronto esta ahí, su voz amarga, inconquistable.
­¿Enciendo?
­No.
­Teléfono.
­Deciles que no estoy.
Desaparece.
­Es para putearme ­explica el coronel-. Me llaman a cualquier hora. A las tres de la madrugada, a las cinco.
-Ganas de joder ­digo alegremente.
­Cambié tres veces el número del teléfono. Pero siempre lo averiguan.
­¿Qué le dicen?
­Que a mi hija le agarre la polio. Que me van a cortar los huevos. Basura.
Oigo el hielo en el vaso, como un cencerro lejano.
­Hice una ceremonia, los arengué. Yo respeto las ideas, les dije. Esa mujer hizo mucho por ustedes. Yo la voy a enterrar como cristiana. Pero tienen que ayudarme.
El coronel está de pie y bebe con coraje, con exasperación, con grandes y altas ideas que refluyen sobre él como grandes y altas olas contra un peñasco y lo dejan intocado y seco, recortado y negro, rojo y plata.
­La sacamos en un furgón, la tuve en Viamonte, después en 25 de Mayo, siempre cuidándola, protegiéndola, escondiéndola. Me la querían quitar, hacer algo con ella. La tapé con una lona, estaba en mi despacho, sobre un armario, muy alto. Cuando me preguntaban qué era, les decía que era el transmisor de Córdoba, la Voz de la Libertad.
Ya no sé dónde está el coronel. El reflejo plateado lo busca, la pupila roja. Tal vez ha salido. Tal vez ambula entre los muebles. El edificio huele vagamente a sopa en la cocina, colonia en el baño, pañales en la cuna, remedios, cigarrillos, vida, muerte.
-Llueve -dice su voz extraña.
Miro el cielo: el perro Sirio, el cazador Orión.
­Llueve día por medio ­dice el coronel-. Día por medio llueve en un jardín donde todo se pudre, las rosas, el pino, el cinturón franciscano.
Dónde, pienso, dónde.
­¡Está parada! -grita el coronel­. ¡La enterré parada, como Facundo, porque era un macho!
Entonces lo veo, en la otra punta de la mesa. Y por un momento, cuando el resplandor cárdeno lo baña, creo que llora, que gruesas lágrimas le resbalan por la cara.
­No me haga caso -dice, se sienta­. Estoy borracho.
Y largamente llueve en su memoria.
Me paro, le toco el hombro.
­¿Eh? -dice­ ¿Eh? -dice.
Y me mira con desconfianza, como un ebrio que se despierta en un tren desconocido.
-¿La sacaron del país?
-Sí.
­¿La sacó usted?
­Sí.
-¿Cuántas personas saben?
­DOS.
­¿El Viejo sabe?
Se ríe.
-Cree que sabe.
­¿Dónde?
No contesta.
­Hay que escribirlo, publicarlo.
­Sí. Algún día.
Parece cansado, remoto.
­¡Ahora! ­me exaspero­. ¿No le preocupa la historia? ¡Yo escribo la historia, y usted queda bien, bien para siempre, coronel!
La lengua se le pega al paladar, a los dientes.
-Cuando llegue el momento... usted será el primero...
­No, ya mismo. Piense. Paris Match. Life. Cinco mil dólares. Diez mil. Lo que quiera.
Se ríe.
­¿Dónde, coronel, dónde?
Se para despacio, no me conoce. Tal vez va a preguntarme quién soy, qué hago ahí.
Y mientras salgo derrotado, pensando que tendré que volver, o que no volveré nunca. Mientras mi dedo índice inicia ya ese infatigable itinerario por los mapas, uniendo isoyetas, probabilidades, complicidades. Mientras sé que ya no me interesa, y que justamente no moveré un dedo, ni siquiera en un mapa, la voz del coronel me alcanza como una revelación.
­Es mía -dice simplemente­. Esa mujer es mía.





"Esa mujer" fue publicado en "Los oficios terrestres", Ediciones De la Flor, 1986. © Herederos de Rodolfo Walsh




>

locura / alicia beatriz Gorospe


LOCURA
Se estira como cuerda. Es elástica. Pero no regresa a su origen.
Se asemeja al agua. Sale de su lecho. Corre, dispara
a otras playas… pero no retorna.
A los niños todo lo que realizan es normal.
En un adulto. Obrar por momentos, como un niño, es anormal.
Cuando la razón sale de su cause. El sin razón, cansado
de llevar una vida quizás monótona. Quiere ser libre de
toda libertad. Sin ataduras que lo limiten. Se lo llama
loco y se lo toma como tal.
En ese momento comienza el calvario
Y yo me pregunto ¿ quién está mas sin razón? Al que
Llamamos loco? O somos nosotros? Querer atar a reglas.
Cuidar qué sea formal, a alguien, que no quiere ya, conectarse
con el mundo real.?

Alicia Beatriz Gorospe
Marzo 2910

jueves, 25 de marzo de 2010

lectura recomendada por Zito


El ABC de la lectura de Ezra Pound:
Ezra Pound, poeta universal y gran erudito, reflexiona sobre el arte de la lectura y elabora un manual básico de intenciones didácticas sobre la creación literaria a través de los textos imprescindibles. No sólo escribe sobre qué sino también sobre cómo leer. Sugiere un método, ejemplifica, arrastra en su camino al lector (todo lector, no sólo el más intelectual) con el deseo de no hacernos leer más libros sino menos y con mayor provecho. Acompañar a Pound en su apasionado recorrido por el tiempo y las geografías se convertirá en una obligación para los aficionados a la literatura. «... un libro que hubiera debido ser distribuido gratuitamente a la puerta de los institutos.» Manuel de Lope «... aguda incitación a leer de un modo libre de prejuicios académicos, pudiendo así buscar autores poco habituales.» José María Valverde «... se concedió a los pensadores un huevo de porcelana, con la etiqueta de «erudición», y se les fue, poco a poco, volviendo ineptos para la vida activa o para cualquier contacto con la vida en general. La literatura fue tolerada como materia de estudio. Y su estudio fue concebido de tal manera que alejase el espíritu del estudiante de la literatura y lo dirigiese a la nada.» Ezra Pound «Esa experiencia particular lleva al generoso autor de este ABC a la excepcional idea de que el lector es también poeta, de que todos, de algún modo, hemos sido grandes poetas al leer a los grandes poetas...» Juan Bonilla (del prólogo a esta edición)

presentación / Karina Almiron

Presentación



Estas palabras entretejidas, que brotan como agua de manantial, y se mezclan, se entrelazan y ya no sé si son mías, de Vicente, o del loco Jacobo Fijman que todos llevamos dentro y que a veces preferimos olvidar. Él dijo una vez: “Mi cuerpo, muy temprano se acostumbró a alimentarse del dolor”… De ese lugar de sombras al que me arrastraron no queda más que el recuerdo, doloroso y cruel, vacío y sin sentido y me permito escribir para exorcizar esos fantasmas, buscando mi propio Molino Rojo. Y me pregunto: ¿Se habrá dado cuenta Fijman que las creaciones de su mente eran capaces de crear una revolución en las mentes de otros? Quieren los caminos caprichosos que hoy nos conozcamos el poeta olvidado, el loco temido, el amoroso novio de la Virgen María y yo, que no sería quien soy si no me hubieran matado una y otra vez, de una manera tan feroz, que hube de empeñarme en renacer, en vivir, en reconocerme, en disfrutar y en ser feliz. La locura, la muerte y el amor me están llamando todo el tiempo, se turnan, se mezclan, se disfrazan, se entreveran, se desnudan ante mí. Yo no termino de elegir a ninguno y sin embargo, coqueteo con los tres. Sale hoy de mí un llanto ahogado que quiere ser grito y no puede, y se hace fuego en la garganta, se hace nudo atolondrado y se convierte, quizás, en quimera de lo desgraciado.

Karina Almirón

martes, 23 de marzo de 2010

testimonios y lenguaje de los oprimidos/ El Hospicio Vicente Zito Lema























de Leopoldo Marechal / Julia Lopez

... Saben Ustedes que durante la tormenta el leon da la cara al viento para que su pelambre no se desordene?
Yo hago lo mismo : doy la cara a todos los problemas, es la mejor manera de parecer peinado.
Texto de Leopoldo Marechal 1900/1970

lunes, 22 de marzo de 2010

fue en retiro/ julia lopez


Fue en Retiro

No, no es casual que haya sido ahí, viví siempre en un barrio de casas bajas y calles arboladas, cerca de la Estación Juan B. Justo pero también cerca de la Estación Florida, en el medio, tan en el medio que la elección de una u otra dependía de a donde iba. Tigre, el verde el rió y el deporte. Retiro, la entrada al mundo de las oportunidades, el trabajo, la vida. Aquel día volví tarde, cine en Corrientes, cena en Pipo, combinación clásica de viernes a la noche. En la estación estaban, los que como yo, tomaban el ultimo tren mirando la pizarra para ver de que anden salía.
Parejas que se abrazaban, grupos bullangueros, hombres y mujeres que iban o volvían de su trabajo, y yo sola.
Aquella noche a pesar de mi misma, no quería estar sola, tanta muerte, tanta persecución, me hubiera gustado que alguno de los chicos viniera conmigo, pero no paso, estaban en otra.
En casa no había nadie, día ideal para querer compañía, y a mi que no me gusta estar sola.
De repente entra en cuadro él, un solitario. Esta comprando el diario.
Me mira, sonríe y se acerca.
Morocho, delgado, de ojos negros, entrador, de paso seguro, llego hasta mí.
-Yo, ya te vi, en el subte...
-Venís de Corrientes. Cenaste?
¿Que peli viste?
No me achique, sonreí y le conteste; al final era lo que quería. La certeza de una caricia y porque no, una promesa de desayuno en compañía. Daba para la fantasía.
Me contó poca cosa de él: Pablo, 25 años, estudiaba ingeniería,
En el viaje apenas miro el diario, me lo negó; lo doblo para colocárselo en el bolsillo.
-Que vas a estar leyendo, dejá, contame de tu vida.
Yo, lo de siempre, mi pequeño currículo psicobolche.
-Arquitecta, militante, separada, con una hija, vivo sola.
Con orgullo:- pasá, la casa es mía, poneté cómodo...
Fue una noche intensa; era lo quería. Un bálsamo. Me dormí acurrucada a su lado pensando en las tostadas, una mañana de sábado distinta, las últimas habían sido tan vacías!
Café, tostadas y el diario en la mesa, desparramado, faltaba una hoja y sobre él una nota:
- En el mismo lugar, a la misma hora.
- Seamos felices mientras dure
- Que disfrutes el desayuno.
Obvio, era una mañana diferente, había roto la rutina, era el primer sábado en mucho tiempo que tenia una cita. rara, inexplicable, el horario, el lugar pero… una cita.
Una promesa de amor, caricias, después de todo seguro se fue a trabajar o estudiar; son tantas cosas las que uno tiene programadas para el sábado.
Volví al cine, esta vez sola, y a la hora estaba en el andén. Salio del salón fumador, camino en mi dirección, me tomo del brazo y fuimos directo al tren que ya estaba en el anden. Tenía el diario del día.
Pensé que bien, esto le cambia la cara a mis fines de semana de madre separada.
En casa, con compañía, la cosa mejora.
Charlamos de bueyes perdidos, estuvo esquivo. Me dijo cuando menos sepas de mi mas segura vas a estar, créeme. No le creí pero igual me calle, para que no empañar ese momento.
Se fue al mediodía, con la misma cita, de la misma manera, yo estaba dormida.
En el andén, domingo a esa hora no había casi gente. Cuando lo vi, sonreí. Estaba crispado, inquieto, se acerco me tomo del brazo, caminamos hasta el anden, el tren estaba por salir.
Me miro a los ojos, me dio un beso
- Hoy no, es peligroso, mañana nos vemos.
Fue ahí, en ese pequeño gesto, casi imperceptible que me di cuenta que éramos de dos mundos tan diferentes que el amor era un sometimiento. Así nunca vamos a ser libres.
Volví toda la semana, a la misma hora, con la estación vacía. El viernes compré el diario, como repitiendo la escena.
El canillita me dijo: -No vuelvas, esta muerto, nos vigilan...
Con un gesto mecánico mire la pizarra, camine hasta el andén. Subí, sentí, temblé, lloré, pensé :
Retiro no es más la puerta a la vida, ahora es también la puerta del infierno.

un texto profesional/ julia lopez

uma historia pequena

Formada na Facultade de Arquitetura e Urbanismo, Universidade de Buenos Aires, no ano 1973, desenvolvi minha carreira vinculada a estudios de arquitetura de prestígio como arquiteta asociada:
Isto me permitiu de participar em vários concursos de antiprojeto com programas arquitetònicos de complexa resoluçâo.
Paralelamente realizei trabalhos de projeto e direçâo de obras menores com o meu escritório independente.
O desenvolvimento de níveis bem diferentes de prática profissional ensinou-me a concretizar propostas arquitetònicas que considerassem uma caprichada soluçào técnico-construtiva, uma linguagem plástica atual e uma ajustada resoluçào funcional, para obter uma obra que garanta uma mayor vida útil e um baixo custo de conservaçào.
Ao longo do tempo fiz experièncias nas diferentes àreas de prátrica profissionla, projetos, documentaçào de obras.memoriales descritivos, direçào e realizaçào de obras, avaliaçào de investimentos, factivilidade de projetos, etc.
Destaco á participaçào, em parceria, com o escritorio do Arquiteto Jorge Do Porto e Asociados na obra:
REORDENAMENTO E MODERNIZAÇÂO DAS AREAS ADMINISTRATIVAS DE FIRESTONE NA ARGENTINA
As obras realizadas com os operários r funcionarios na área alcanzarom um área coberta de 2.500 m2 e um orçamento de 1.5 milhoes de dolares.
O desafio de trabalhar na mesma área que os empregados administrativos e gerentes da firma demandou uma programaçào profunda das tarefas para ter um final de obra com sucesso.
Foi responsable da totalidade dos trabalhos:
- liderei a equipe de projeto, a ejecuçào das plantas e o relatório das tarefas.
- contrataçào dos trabalhos pela modalide de contratos separados
- programaçào de obras pelo caminho crítico,
- planejamento das compras dos materiais
- cronograma de fluxo de caixa
- licitaçào, estudo das propostas e encargo das obras.
- ajuste ao prometo definitivo do mobilíario “ Action Ofice”
Tive tambem na funçào pública, o privilegio de liderar a Diviçào Arquitetura da Prefeitura de Vicente Lopez. Onde fiz, na area de salude, o projeto do :
Hospital Municipal de 250 camas
Geriatrico de 80 camas
Matenidade Santa Rosa 80 camas
Laboratótrio Central
Como também desenhase as logistica de manutençào do Patrimònio da Prefeitura.
Como projetista, na equipe composta pelos arquitetos
Frangella, Cassina e Casiraghi e outros ganhou o primer prèmio para a ejecuçào da Sede Central do Banco Central do Paraguai, obra de 80.000 m2 construida nos anos 80.
Participou também de execuçào de projetos para Abu Dabi e Emiratos Arabes em o escritorio dos arqitetos “ Garces ,Marquez and Partners” com sede na cidade de Madrid- Espanha.
Afim com as novas técnicas de expreçào em arquitetura estude cinema, laureada em Dirección no CERC e estodou computaçào conhecendo programas de disenho, foto e composiçào, ediçào e animaçào.

domingo, 21 de marzo de 2010

autorretrato/julialopez


Autorretrato

Fue una mañana, caminando hacia el este, cara al sol de la mañana, yendo al laburo que me di cuenta que lo que me molestaba era la sombra, mi sombra que caí a la izquierda. Que ironía, que me moleste la izquierda, justo a mi que hice ya hace tiempo un culto de mi pertenencia, tal vez por lo de criticado que tiene ser peronista, de izquierda.
Hoy, a los 60 años, ya abuela y pasada de experiencias y peleas por el ser y el deber ser poco me importa a que lado cae mi sombra, yo sigo del lado de los todos.
Haciendo lo que se: construir al final para eso me forme en la facultad de arquitectura de buenos aires, épocas gloriosas donde podíamos soñar con la felicidad del pueblo en primera persona, fuero pocos años, un tramite mismo del que había que salir para conquistar la independencia. Salir del seno familiar con un titulo universitario en La mano, ah de olfa no mas casada.
Fue así, Octubre del 1972, 22 años casada, fue Benítez, oficio la ceremonia, si el confesor de la Eva algo en común podíamos tener.
Diciembre de 73 me recibí de arquitecta y a los 4 días nació Juliana, orgullo de cualquier madre, 4 kilos, parto natural. En fue un fin de año lleno de emociónese empezó todo el 11 de Marzo, siguió el 25 de Mayo y se nublo el 20 de Junio, aunque de verdad fue un hermoso DIA de sol.
Pero el 74 fue mas difícil, en mayo fue Carlos, ya lo sabemos todos, la orfandad se adueño de argentina y en un 1 de julio, la lluvia incesante, la gente en las calles, el General, muerto. Tiempos del brujo. Solo el comienzo.
La necedad en el trabajo y la responsabilidad de una hija me dieron mucha fuerza, y al miedo que caminada de mi lado se sumo la locura. No importaba, todo se podía cargar en las espaldas jóvenes y llenas de ilusiones. A los 30 años había hecho tanto plano que era en mi contra, todavía había reparos entre el sueldo ofrecido y la formación. Era el final de otros tiempos.El proceso, solas, nos mudamos, dejamos nuestro edicio que fue allanado pocos días después. Safamos.
Fueron años de resistir, de no aflojar, de mantenerse en la solidaridad, en el encuentro. Años donde la diversión se mezclo con el miedo.
Corrimos como locos aquel día desde la plaza, pero fue el comienzo, pero igual nos equivocamos y Nuevos crímenes nos abatieron, maldito operativo retorno, delirantes presumidos y nosotros sufriendo.
Igual llegamos, votos y sueños. Llego la democracia pero no éramos gobierno.J uliana entro en el secundario, llegaron los primos de México, los otros de España, juntos de nuevo. Un paso mas, un viejo sueño, estudiar de nuevo, cine, cerc, con éxito de nuevo, Ganamos el concurso, filmamos, contamos nuestro miedo que volvía aparecer de la mano de la obediencia debida una navidad de mierda. La traición desde adentro, la entrega, mientras el país perdía hora a hora su dinero, hiperinflación ellos nos pudieron y otra vez a remar.
Ganamos, pero sin consuelo vimos como el liberalismo de la mano del 1 a 1 nos transformaba, imponía sus pautas y día a día entregábamos nuestro suelo, nuestra vida, nuestros sueños. El trabajo escaseo y nuestros hijos volvieron a mirar para afuera, Juli se caso con un brasileiro y se fu,e como tantos otros, atrás de un futuro mejor.
Colectivas como la sociedad. La década se resumió en eso, amigos, trabajo familia y yo tuve la ingenuidad de tener derechos. Jua jua jua un consorcio es como un congreso y al final nada, perdida de tiempo. Mientras mama se acerco al final de sus días, pero antes y de repente como un cachetazo, llego el duelo. Pablo, si Pablo se murió así como así, de esos accidentes de fin de año. La fiesta del colegio, un auto, velocidad, madrugada
Teléfono, guardia, muerte sin remedio. Ahí le pedimos todos, mis hermanos y yo que somos muchos a la vieja que no afloje que nos de un respiro después de esto y ella, generosa, nos dio un año mas y mas, un exceso, generosa, prodiga, la estiro lo que pudo, pero en el invierno y después de la tía, no resistió y se fue nomás...
Pasaron ya muchos años, trabajando, soñando, intentando,
Hoy, cansada y con la absoluto certeza de que pocas cosas cambiaria del camino andado y muchas cambiaria del futuro, enfrento esta década, los 60, la jubilación con anteojos, con nietos, una mudanza y un sueño.
Sentir que la felicidad es un patrimonio de la humanidad.
>

fijman/ julia lopez


Fijman

La primera vez
Fue Julio, creo
O quizás
Fue Juan Carlos
Son tan iguales
Aunque de verdad
Que importa
Los conocí des..
gracias a ellos.
Jacobo
Estaba muerto,
Abandonado
Hacia casi 30 años
En el Borda y Zito, si ,
el fue el que lo encontró
Ahora esta trabajando
Ironía del destino
Yo, de raigambre católica
Escuchaba.
Ellos fascinados
Jacobo en la tele.
El país entero
Escuchándolo:
tengo que contar
un secreto, dijo,
que llevo
toda la vida conmigo
Silencio.
Todos los domingos,
en misa, los curas
comen mierda.
Imagínate
Todos se rieron
En aquella mesa
De domingo
Yo me quede
A un costado.