lunes, 22 de marzo de 2010

fue en retiro/ julia lopez


Fue en Retiro

No, no es casual que haya sido ahí, viví siempre en un barrio de casas bajas y calles arboladas, cerca de la Estación Juan B. Justo pero también cerca de la Estación Florida, en el medio, tan en el medio que la elección de una u otra dependía de a donde iba. Tigre, el verde el rió y el deporte. Retiro, la entrada al mundo de las oportunidades, el trabajo, la vida. Aquel día volví tarde, cine en Corrientes, cena en Pipo, combinación clásica de viernes a la noche. En la estación estaban, los que como yo, tomaban el ultimo tren mirando la pizarra para ver de que anden salía.
Parejas que se abrazaban, grupos bullangueros, hombres y mujeres que iban o volvían de su trabajo, y yo sola.
Aquella noche a pesar de mi misma, no quería estar sola, tanta muerte, tanta persecución, me hubiera gustado que alguno de los chicos viniera conmigo, pero no paso, estaban en otra.
En casa no había nadie, día ideal para querer compañía, y a mi que no me gusta estar sola.
De repente entra en cuadro él, un solitario. Esta comprando el diario.
Me mira, sonríe y se acerca.
Morocho, delgado, de ojos negros, entrador, de paso seguro, llego hasta mí.
-Yo, ya te vi, en el subte...
-Venís de Corrientes. Cenaste?
¿Que peli viste?
No me achique, sonreí y le conteste; al final era lo que quería. La certeza de una caricia y porque no, una promesa de desayuno en compañía. Daba para la fantasía.
Me contó poca cosa de él: Pablo, 25 años, estudiaba ingeniería,
En el viaje apenas miro el diario, me lo negó; lo doblo para colocárselo en el bolsillo.
-Que vas a estar leyendo, dejá, contame de tu vida.
Yo, lo de siempre, mi pequeño currículo psicobolche.
-Arquitecta, militante, separada, con una hija, vivo sola.
Con orgullo:- pasá, la casa es mía, poneté cómodo...
Fue una noche intensa; era lo quería. Un bálsamo. Me dormí acurrucada a su lado pensando en las tostadas, una mañana de sábado distinta, las últimas habían sido tan vacías!
Café, tostadas y el diario en la mesa, desparramado, faltaba una hoja y sobre él una nota:
- En el mismo lugar, a la misma hora.
- Seamos felices mientras dure
- Que disfrutes el desayuno.
Obvio, era una mañana diferente, había roto la rutina, era el primer sábado en mucho tiempo que tenia una cita. rara, inexplicable, el horario, el lugar pero… una cita.
Una promesa de amor, caricias, después de todo seguro se fue a trabajar o estudiar; son tantas cosas las que uno tiene programadas para el sábado.
Volví al cine, esta vez sola, y a la hora estaba en el andén. Salio del salón fumador, camino en mi dirección, me tomo del brazo y fuimos directo al tren que ya estaba en el anden. Tenía el diario del día.
Pensé que bien, esto le cambia la cara a mis fines de semana de madre separada.
En casa, con compañía, la cosa mejora.
Charlamos de bueyes perdidos, estuvo esquivo. Me dijo cuando menos sepas de mi mas segura vas a estar, créeme. No le creí pero igual me calle, para que no empañar ese momento.
Se fue al mediodía, con la misma cita, de la misma manera, yo estaba dormida.
En el andén, domingo a esa hora no había casi gente. Cuando lo vi, sonreí. Estaba crispado, inquieto, se acerco me tomo del brazo, caminamos hasta el anden, el tren estaba por salir.
Me miro a los ojos, me dio un beso
- Hoy no, es peligroso, mañana nos vemos.
Fue ahí, en ese pequeño gesto, casi imperceptible que me di cuenta que éramos de dos mundos tan diferentes que el amor era un sometimiento. Así nunca vamos a ser libres.
Volví toda la semana, a la misma hora, con la estación vacía. El viernes compré el diario, como repitiendo la escena.
El canillita me dijo: -No vuelvas, esta muerto, nos vigilan...
Con un gesto mecánico mire la pizarra, camine hasta el andén. Subí, sentí, temblé, lloré, pensé :
Retiro no es más la puerta a la vida, ahora es también la puerta del infierno.

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